sábado, 31 de enero de 2015

La habitación decimonónica.





¿Alguna vez os habéis preguntado al ver esas pelis de época cómo eran las habitaciones de verdad?, yo me lo pregunto muchas veces, seguramente debido a que paso la mayor parte de mi existencia recluida en mi habitación cuando no estudiando, leyendo o escuchando música. Esto es algo que para empezar no gustaría mucho a nuestros amigos victorianos, la verdad es que tenían una manía con respecto a esto de hacer diversas cosas en una misma habitación, y es que cada habitación era para una cosa, y el mezclarlo era cosa poco moral y poco civilizada, dicho esto si que hemos de decir que durante mucho tiempo las camas fueron compartidas, y no solo en las casas donde todos nos conocemos, no no, porque incluso en los hostales uno podía despertarse con un inquilino al lado ocupando su parte proporcional de cama.

Es muy curioso que aunque un matrimonio compartiera habitación, como se data  en un matrimonio de 1834, los Sambourne, una pareja que vivía en Kensington,  tenían vestidores separados, claro que cuando sus dos hijos, niño y niña, crecieron lo suficiente como para no verse apropiado que durmieran en la misma habitación, el vestidor del padre acabó por ser ocupado por la habitación de su primogénito.

Además de no mezclarse los vestidores también había cosas que los victorianos se resistían a mezclar y es lo personal con los negocios, y digo esto porque tenían una especial manía a que la tinta no llegara a su habitación, una famosa decoradora de interiores llamada Mrs. Haweis añade que :

"Un caballero deberá atenerse de utilizar las toallas para limpiarse la tinta de las manos, así sea la toalla del baño, así como de salpicar agua."

Hay que decir que esta mujer llevaba la manía de "cada cosa para lo suyo" a extremos tales como para no permitir que ni siquiera sus invitados se pudieran leer en la cama (¡qué desfachatez, cómo si no tuviera biblioteca para esos menesteres!, la cama es para dormir.) , y por supuesto no permitía ni plumas, ni tinta.

Los muebles en sí en las habitaciones eran muy muy variados, y todo dependía  ya no solo del gusto, sino de las capacidades económicas de los habitantes de la casa, podía ir desde elaboradas habitaciones con baño, a camas baratas. De todos modos los muebles solían ser menos lujosos que los que se encontraban en las salas inferiores, que debían mostrar como recepción a los visitantes el poderío económico de los habitantes de la misma, según las memorias de una tal Mrs. Panton sobre su juventud en torno a 1850, describe que la alfombra de su habitación era "una especie de monstruosidad con hojas verdes extendidas y manchas rojizas" que fue desterrada del cuarto de dibujo a las habitaciones superiores, hasta llegar a los cuartos.

Hubo que esperar hasta mediados de siglo para que las habitaciones empezaran a ser amuebladas con un lujo casi semejante al de las salas de recepción , esto significa el uso de bonitas y costosas alfombras, muebles de caoba, pequeñas estanterías para libros, sillas, armarios etc... las camas si era posible seguían manteniendo sus cuatro postes con cortinas, y el lavamanos se solía realizar en madera de abedul que disimulaba mejor las manchas de agua. Tal como era de esperar la variedad de muebles también se traducía en los precios que podían hacer variar el coste de un armario de 8 a 80 guineas, las cajas y todo tipo de aparadores eran utilizados para almacenar la ropa , ya que hasta el 1900 no se utilizaron los colgadores que eran denominados como "hombros", así que la ropa solía colgarse de clavijas o plegarse, debido a los voluminosos textiles la batalla sobre cómo encontrar espacio para los mismos era constante, y se solía recurrir a taburetes huecos u otomanas e incluso famosos consejeros sobre decoración como Robert Edis  recomendaba que los pasillos se llenaran de armarios con baldas para plegar los abrigos.

Como también habréis visto en las pelis, nuestros antepasados recientes se levantaban y se aseaban dentro de la habitación, pues bien el lavamanos y los componentes de aseo también eran  muy diversos, estos solían ser un mueble con railes a los lados para dejar toallas, y su parte trasera cubierta de azulejos para evitar que las posibles salpicaduras de agua de los que no eran tan caballeros como Mrs. Panton quería, echaran a perder la madera. También había una palangana, un aguamanil, un platito para sostener la esponja, otro para el cepillo de las uñas, otro para sostener el cepillo de dientes , una botella de agua y un vaso. También había una pequeña bañera llamada "bañera de cintura o media bañera" , así como grandes latas de baño de cobre o de bronce para subir el agua caliente para el baño desde la cocina.

Era muy habitual también el utilizar todo tipo de ornamentos pequeños, de hecho la mesita para la toilette de Marion Sambourne, la mujer del matrimonio que anteriormente señalábamos, estaba compuesta por objetos como cinco pequeños joyeros, un set de cepillo y peine, una cajita para las tarjetas, seis pequeños tapetes, tres joyeros para anillos, un alfiletero y un guarda pañuelos de terciopelo. Es muy curioso que las mesillas de noche no se utilizaran ni fueran comunes, de hecho lo sabemos porque cuando había una enfermedad si que se pedía a las enfermeras que subieran de propio una mesita para dejar los medicamentos, Mrs. Panton, una mujer que se afanaba por dar consejos sobre fina decoración, llegó a la conclusión de que era necesario un kit de cama para las mesitas de noche compuesto por un abanico japonés, pañuelos y una cubierta de seda, poco a poco estas mesitas fueron significando el confort de poder tener a mano un libro para leer durante los desvelos nocturnos.

Todo el tema del amueblamiento de un lugar como el dormitorio además se condicionaba por los
aspectos de la higiene y la salud que empezaban a ser cada vez más importantes, cuanto más se sabía sobre la transmisión de enfermedades los decoradores de interiores más empezaron a reducir el mobiliario a la mínima expresión, una idea que ha calado hondo en nuestro pensamiento actual. Fue por entonces cuando se empezó a tener cierto reparo a lo salubre que podían ser las camas con dosel , en el libro Cassell´s Household Guide de 1869 se insiste en que las cortinas debían estar descorridas para que el durmiente no encontrara dificultades de respiración durante el sueño , poco a poco los pesados cortinajes se sustituyeron por textiles más ligeros, sin embargo, y como podemos imaginar, no todos se acostumbraron a esta idea, de hecho Mrs. Panton aconsejaba que en caso se sentirse uno incómodo con estas "camas desnudas" lo mejor para no alterar la conciencia del que la utilizaba era disponerlas en una alcoba acortinada.

En pro de la salud las moquetas se convirtieron en unas más móviles que permitían sacudirse regularmente, así como sucedió con las alfombras, facilitando así que cada semana se lavara el suelo. En la segunda mitad de siglo la higiene se convirtió en el tema preponderante a la hora de amueblar una estancia, la higiene en el periodo se relacionaba con tres aspectos básicos : la exterminación de bichejos en general , incluyendo insectos y roedores, la protección de la suciedad de diversa procedencia y la propia iluminación de las habitaciones. La iluminación por gas no se recomendaba en las habitaciones, si el gas fuera utilizado los sirvientes deberían iluminar las habitaciones antes de que sus ocupantes se encontraran en ellas, por lo que a la hora de dormir la mayor parte del oxígeno de la habitación habría sido consumido , además de esto el hecho de encender la chimenea tampoco ayudaba mucho a la ventilación teniendo en cuenta que esto sucedía en invierno cuando las ventanas debían permanecer cerradas. Por lo cual la iluminación se basaba en velas que se llevaban a la habitación, o en el mejor de los casos un par de candelabros sobre una mesa, teniendo por supuesto las cerillas a mano, en un lugar conocido de sobra para encontrarlas con rapidez en caso de necesitarse, disponiéndose frecuentemente en cajas en el propio cabecero de la cama.

El tema de la iluminación además contaba con un extra de dificultad añadido, debido a que como ya habíamos señalado la cama en sí debía estar en una posición cuidada para asegurar la privacidad, por eso no se colocaba frente a la puerta de la habitación, ni tampoco era aconsejable ponerla cerca de la corriente de una ventana, puerta o cercana al fuego, ni tampoco en un lugar donde haya exceso de iluminación algo que sería poco beneficioso para alguien que cayera en alguna ocasión enfermo. Pese a todas estas recomendaciones, al parecer, debido a la escasez de espacio y las plantas que eran comunes en el periodo, casi nunca se llegaba a una solución que cumpliera todas estas características.

Para la protección de la suciedad había aun más dificultades, el polvo no estaba compuesto únicamente de partículas voladoras, sino que además, según los libros de la época, el polvo que se colaba en casa estaba compuesto del barro seco de las calles londinenses, partículas de piedra o madera del pavimento, además de otras de animales muertos y vegetales, restos de basura, de gatos muertos ... ahí es nada.  Para solucionar la presencia de esta indeseable suciedad, a la cual se añadía la omnipresente presencia de los residuos del carbón de las chimeneas, se recurría a tapar todo lo posible con cubiertas que se lavaban frecuentemente, aunque por supuesto el hecho de adornar cada vez más estas cubiertas hizo que se hiciera muy costoso el limpiarlas , como en el caso de nuestra conocida Mrs. Panton que decidía adornar su casa con cubiertas de terciopelo con ribetes bordados que no dejaban otra opción que utilizar benceno  o limpiadores más especializados. La contaminación existente hacía que el hecho de viajar hiciera peligrar aun más la salubridad en casa, hecho comprobado cuando al cepillarse el pelo los cepillos ennegrecían, imagínate todo ese polvo depositándose nada más entrar a casa en los armarios, las alfombras etc...

Los insectos y todo tipo de animales eran otra fuente de preocupación , las cocinas y las camas eran su lugar favorito para esconderse, además hacer la cama era más complicado de lo que pueda parecer, los colchones eran de fibra orgánica, los de pelo de caballo eran los mejores, los de pelo de vaca eran más baratos  aunque aun lo eran más los de lana. Los colchones de paja se colocaban bajo los colchones de pelo para protegerlos del somier de hierro, los colchones con resortes no estuvieron disponibles hasta la segunda mitad de siglo, pero eran muy caros, y seguían necesitando colchones de pelo sobre ellos, se recomendaba además un paño de tela marrón entre ambos para que los resortes no dañaran el colchón de pelo. Los colchones de pelo mismamente necesitaban ser cubiertos con otra cubierta de tela para protegerlos de la suciedad, si la cama no tenía resortes un colchón de plumas- los cuales eran muy lujosos y difíciles de mantener- se añadía en la parte superior de todos los colchones.

Después de todo esto, lo cual era lo básico en una cama y debía ser dado la vuelta y sacudido TODOS los días para que la fibra natural no se apelmazase, se añadían además más cosas durante el invierno , en las habitaciones que carecían de chimenea  se utilizaba una sábana bajera, una superior, mantas (tres o cuatro por cama en invierno), un cabezal para las almohadas y cubiertas para las mismas. Visto lo visto no puede sorprendernos la presencia de chinches en las camas, según los consejos de Mrs. Haweis las sábanas debían lavarse cada mes mientras que las mantas se lavarían solo en verano  en el caso de tratarse de una cama individual, si se trataba de una cama compartida  las sábanas se lavarían cada quince días. Hemos de tener en cuenta que no todas las sábanas de cambiaban a la vez, las bajeras se quitaban, así como las cubiertas de las almohadas, y las sábanas superiores pasaban entonces a ser las sábanas bajeras durante los siguientes quince días. En resumidas cuentas se tenía constancia de que era prácticamente imposible tener la cama totalmente limpia , Mrs. Haweis se dio cuenta de que las cubiertas de las almohadas debían ser cambiadas con más asiduidad que las sábanas , sobre todo en el caso de los sirvientes cuyos cabellos solían estar mucho más polvorientos ensuciando sus almohadas antes.

La cuestión de la limpieza en cuanto a hacer las camas se tomaba mucho más en seria dos veces al año, durante las limpiezas otoño y primavera, era entonces cuando los colchones y las almohadas se sacaban fuera y se aireaban (y cada cierto tiempo se sacaba el relleno se retiraba lo deteriorado, se lavaba el resto y las plumas se removían  para quitarles el polvo). Este tipo de trabajo requería más espacio y tiempo que muchos otros y era la pesadilla de todas las mujeres de clase media que debían colaborar en el mismo.

A pesar de todo este cuidado era bastante frecuente la presencia de insectos, por alguna razón durante siglo XVIII estos aumentaron sustancialmente, quizás debido a la rápida urbanización. En 1880 Mrs. Haweis aseguraba que las pulgas no eran admisibles en las habitaciones dignas  aun cuando era muy fácil que alguna de estas saltara sobre ti en cualquier carruaje, ómnibus o tren, por ello era necesario mantener una continua vigilancia y la cama debía examinarse regularmente por ello. La conocida Beatrix Potter se quejaba en sus escritos sobre la cama que ocupó en un hotel durante sus vacaciones, donde tenía que dormir con su cama rodeada de insecticida.

En cualquier casa las mujeres debían comprobar la cama con regularidad, y el hecho de encontrarse un insecto suponía un auténtico horror para ellas , como la señora Carlyle decía sospechosa de unos de sus criados  :

"Ahí fuera hay un universo de bichos. He dejado de temerlos  en mi casa teniendo durante mucho tiempo una perfecta limpieza que me ha librado de todas estas abominaciones. Lo más útil es examinar las camas, para evitar cualquier tipo de controversia procedo a remover las mantas y almohadas no sin cierto sentido de la injuria, pero un día paré mis operaciones y vi algo del tamaño de la cabeza de un alfiler, y un sudor frío me recorrió al darme cuenta de que era un cría de bichejo. Y ... oh dios mío, ese pequeño debía tener padres, y abuelos y abuelas, quizás..."

Después de este descubrimiento hicieron llamar al sirviente que tuvo que desmantelar su cama. El procedimiento habitual en este caso era coger la cama y toda su ropa  y meterla en una habitación vacía o fuera , y lavar el marco de la cama con cloruro de cal  y agua , y espolvorear insecticida (Keating´s powder) por todas partes , luego esperar y repetir diariamente tanto como fuera necesario. Si la infección estaba fuera de control , la cama y los colchones se dejaban en una habitación que era sellada para hermetizarla y luego se quemaba azufre para desinfectar la cama, e impidiendo que la infección se extendiera a suelos y paredes. Otra preocupación era que la colada enviada a las lavanderas pudiera volver infectada, sobre todo teniendo en cuenta las grandes infecciones de cólera o difteria.

Como vemos en la actualidad debido a los avances , quizás las nuevas medidas de higiene, y la mayor salubridad de nuestras ciudades el hecho de habitar de forma habitual tu cuarto, dormir en él o incluso hacer otras cosas en él ya sea leer, ver la tele, escuchar música... no es tan peligroso, ni genera tanta extrañeza, pero visto lo visto antes eso de "buenas noches y que no te piquen las chinches", tenía un terrible y muy muy real sentido.




Fuentes: FLANDERS, J., "The Victorian House: Domestic life from childbirth to deathbed", Harper Perennial, 2003, Londres.