lunes, 22 de junio de 2015

Una breve vista general de la India victoriana.

"Navidad en la India" dibujo de E.K. Johnson, 1881.
     Hace tiempo que quise saber más acerca de este mundo, como amante del siglo XIX anglosajón era un parte de esa realidad decimonónica, distinta, y que se me escapaba, ya que, más allá de algunas películas de Bollywood, poco había visto de la vida de los anglo-indios, así como la relación establecida con los hindúes la cuál , debido a la rebelión de los cipayos de 1857 era más que evidente que no había sido excesivamente grata.

Rudyard Kipling y su ayah, dibujo de J.L.Kipling.
     Todo el mundo sabe que durante el reinado de Victoria I de Inglaterra (1819-1901) la India pasó a engrosar el Imperio británico desde 1877 momento en que la Reina fue nombrada Emperatriz de la India, y los colonos ingleses pronto se establecieron, por elección propia en la mayor parte de los casos, allí. En primer lugar hay que decir que anglo-indios es un término que se utiliza para referirse a los británicos asentados en la India, no al mestizaje entre indios e ingleses, mestizaje que por cierto estaba socialmente muy mal visto. La vida de un inglés en la India se presentaba ante los ojos del mundo como una existencia dura y dificil, de la cual se tendía a intentar escapar a la mínima ocasión, o al menos eso intentaron dar a ver escritores como Rudyard Kipling, autor de El libro de la Selva (The Jungle Book), los colonos británicos tenían la noble tarea de exportar al mundo la civilización que reinaba en su Imperio, y esa pesada carga era muy complicada, cegados por esta visión paternalista se olvidaron de los hindúes, con los cuáles apenas se relacionaban en su vida colonial más allá del servicio doméstico o las ayas que cuidaban a los pequeños anglo-indios hasta que cumplían la edad para marchar a Inglaterra, completando así su educación de modo "adecuado", intentando neutralizar cualquier influencia "negativa" por parte de la cultura india que les rodeaba en su lugar de nacimiento.

      La vida de los anglo-indios en la India, más allá de lo que pudiera parecer, y aunque tenía sus dificultades, era una vida mucho más acomodada de la podrían haberse permitido en Inglaterra, beneficiados por el Gobierno británico que no tenía ningún problema en hacer cualquier ajuste económico para que estas familias anglo-indias vivieran en la abundancia y pudieran permitirse, incluso, llegado un momento determinado regresar a Inglaterra. La idea imperialista inglesa suponía que el simple hecho de ser británico llevaba consigo una idea de superioridad racial, cultural y científica que contrastaba con la idea que se tenía sobre la personalidad supersticiosa de los asiáticos, y creían firmemente que el progreso y avance de la India se produjo gracias a que negaron a los indios la capacidad de gobierno y su propia administración.

      La necesidad de mostrar a los británicos como esa raza superior que debía guiar a los indios sumidos en la ignorancia y la superstición de sus creencias provocó que incluso el gobierno británico permitiera a los funcionarios en la India retirarse al cumplir cuarenta y cinco años para que, llegado el momento en que comenzaran a envejecer, los orientales no pudieran ver su declive, la Reina era concebida como maa-baap (madre/padre) y el nativo era un niño inexperto que era refinado en el marco del Imperio.

Políticamente la India era un reflejo de las tendencias de la metrópoli, y tanto conservadores como liberales tenían sus proyectos para la India, mientras los pequeños anglo-indios era mantenidos por las ayahs (niñeras) hindues, iban al mercado a comprar fruta y les escuchaban recitar las nanas repletas de esas creencias indias tachadas de supersticiosas sus padres probablemente disfrutaban de la vida en el centro enurálgico de esta vida colonial, Simla, lugar donde se podía observar en toda su plenitud la vida privada de los anglo-indios y donde se situaban los departamentos militares y al comandante en jefe del ejército. Los caballeros acudían a exclusivos clubs, como sucedía en Londres, solo que aquí recibían nombres como Club de Punjab, United Services Club de Lahore, o pertenecían a logias masónicas como "Hoper and Perseverance, 782 E.C." , lugares a los cuales cualquier indio tenía prohibida la entrada aunque su condición económica fuera la de un príncipe.

Lo más granado de la sociedad anglo-india de 1885: el diplomático inglés Frederick Temple Hamilton-Temple-Blackwood (1826-1902), el primer marqués de Dufferin y Ava y el Vicerrey de la India en la Casa del Gobierno en Simla.

Posible idea de un baile en el Palacio del Gobierno, 1880.


     Las familias anglo-indias eran un circulo cerrado y reducido, muy unido, tanto como para aparentar ser fuertes y dominar ante millones de hindúes, vivían en colonias y se diferenciaban de los recién allegados al lugar a los cuáles excluían socialmente, a pesar de ser también británicos, y además dentro de la comunidad anglo-india también se diferenciaba entre los que participaban en el progreso del Imperio (funcionarios, militares, médicos...) y el conjunto social que se encontraba residiendo en Simla, irónicamente de forma generalizada se tachó de incivilizados a los hindúes por permanecer divididos en castas, y eran tachados de personajes ambiciosos y violentos.

Casa del Gobierno, Simla.
Vivir en Simla era el objetivo máximo de la existencia anglo-india, allí se celebraba el codiciado baile del Virrey, se asistía a las fiestas de disfraces y las comedias del Gaiety Theatre, se jugaba al cróquet, al tenis y se practicaba el tiro con arco, los anglo-indios se despertaban con el The Civil and Military Gazette en la mesa del desayuno y por la tarde se reencontraban unas horas con sus hijos, los cuáles, como hemos señalado antes, habían quedado al cargo de las ayahs.

Toda esta vida repleta de lujo y un notable esnobismo hacía que los británicos residentes en la India vivieran aislados de la realidad, metidos dentro de su círculo exclusivo, y vieran la cultura India con temor como algo oscuro, abominable y misterioso en lo cuál preferían no adentrarse, vivían en su mayor parte agobiados por el clima tropical, y eran incapaces de adaptarse al calor sofocante que hacía que los caballeros salieran por la noche en búsqueda de distracciones que iban desde fumaderos de opio hasta espectáculos de marionetas.

BALAKRISHNAN, M., La India de Kipling, pp.159.


     Esta incapacidad para adaptarse al clima derivaba en negativos efectos físicos y morales, y derivados de los primeros la propensión a caer enfermo, cosa que en un ambiente tropical era bastante común, los anglo-indios vivían casi obsesionados por la enfermedad, cosa que también podía ocurrir en Inglaterra, pero aquí parecían temer de un modo casi obsesivo, desde las fiebres tifoideas a la "intoxicación de la sangre" , pero sobre todo, el cólera que diezmaba de forma notable a las tropas británicas.* Esto combinado con esos temibles sonidos de tambores que se filtraban en los sueños nocturnos de los británicos, y que procedían del más inofensivo templo, así como las llamadas "Torres del Silencio" donde la comunidad parsi dejaba los cadáveres de sus familiares para los buitres devorasen sus cuerpos, alimentaban la imagen monstruosa que los británicos se forjaron de la India.

      Por esto, y por esa visión paternalista y de superioridad racial, la unión entre un británico y una india o al revés, estaba visto como una abominación, automáticamente eran excluidos social y profesionalmente, aunque anteriormente ostentaran un buen puesto o una buena posición económica, los mestizos eran considerados como una especie de medio salvajes que en ocasiones parecían tener momentos de iluminación gracias a los genes británicos, de ahí que las uniones se hicieran entre familias que terminaban endogamizándose, debido al escaso círculo social, o bien, terminaban con la huida a la metrópoli, donde, para empezar, no eran bien vistos, ya que residir en la India suponía que tenías una buena posición económica, pero no la suficiente como para vivir en Inglaterra.

Los intelectuales indios eran desprestigiados, debido a que el hecho de que existieran, y a pesar de que en muchas ocasiones apoyaran a los intereses británicos, suponía admitir la superioridad india , personajes como Ram Mohan Roy, que cooperó con el Virrey para mejorar socialmente el país o Rabindranath Tagore, ganador del Premio Nobel de Literatura , eran respetados en la India por su ingenio pero apartados por los británicos por el simple temor de verse amenazados como guías de lo que ellos consideraban como una nación incapaz de desarrollarse.


Sigo en mi búsqueda de libros sobre este periodo y esta sociedad, aunque no han sido muchos, para la redacción de esta pequeña entrada he utilizado La India de Kipling de la filóloga inglesa Manjula Balakrishnan, y aunque consciente de la fuerte crítica al imperialismo británico que se establece en ella me parece una visión muy acertada de cómo debía ser el meollo de toda esta época, y de la sociedad que se estableció en ella. Por supuesto, hay que tener en cuenta la época en la cuál nos encontramos, ni todo era igual que lo es hoy, ni tampoco sigue siéndolo, y en muchas ocasiones todas estas actitudes no eran percibidas más que el comportamiento lógico de un periodo, nos parezca más o menos justo.



MANJULA, B., La India de Kiplin, Miraguano Ediciones, Madrid, 1015.



*Tanto es así , en cuanto a la preocupación por las enfermedades, que el ejército británico creó el conocido "gin tonic" mezclando tónica con quinina, un conocido medicamento para combatir la malaria. 


sábado, 30 de mayo de 2015

Un perfume para la Emperatriz



Tras la lectura del libro “Reinas Malditas” de Cristina Morató, el cual he disfrutado muchísimo me han llamado la atención múltiples anécdotas de las Reinas y Emperatrices más famosas de Europa, entre ellas la que atañe a la historia de un perfume, el perfume de la Emperatriz Eugenia, más conocida como “la Señorita Montijo”.

Eugenia de Montijo llegó a ser emperatriz de Francia, casada con Napoleón III y de origen español nació en Granada en 1826, tras ser las políticas nupciales establecidas por su madre María Manuela Kirkpatric de Closeburn las que determinarían su futuro, esta mujer un tanto frívola pero muy sabia a la hora de conseguir un buen futuro para sus hijas, terminó casando a la mayor de estas Francisca con  Jacobo, Duque de Berwickel, futuro Duque de Alba y  a su hija menor Eugenia ni más ni menos que con Napoleón III.

 Pero lo cierto es que aunque la imagen del 2º Imperio se estableció con Eugenia, y aunque su belleza fuera admirada a nivel europeo hasta el punto de ser alabada por la propia escritora francesa George Sand que describía que “sus rasgos tenían la cincelada perfección de una estatua griega”, la Emperatriz acusaba una sinusitis crónica que, entre otras afecciones como molestias reumáticas poli-articulares,  hizo que recorriera de forma frecuente los balnearios como el de Biarritz, lugar que popularizó con sus frecuentes escapadas por consejo de sus médico personal el Dr. Attenburough.

 Pese a que su salud no era muy halagüeña consiguió vivir hasta los 94 años, pero siempre con algún arreglillo que hizo que se convirtiera junto con Sissi en una de las damas más seguidas, admiradas e imitadas de toda Europa, y nos referimos exactamente a la sinusitis crónica que sufría en cuanto a ese tipo de apaños. Esta enfermedad suele acompañarse por un mal olor característico producido por la exudación nasal por lo cual la Emperatriz decidió poner remedio y ponerse en contacto con Pierre-François Pascal Guerlain, fundador de la conocida marca de perfume y cosmética Guerlain, el perfumista se había instalado tras su regreso de Inglaterra en 1828 en el nº 42 de la calle Rivoli lugar donde en la actualidad se sitúa el Hotel Meurice. Conocido por haberse convertido desde 1843 en perfumista Real de la Reina de Bélgica lo haría ahora, en 1853, como Perfumista Proveedor de Su Majestad la Emperatriz, lo cual le permitiría más tarde ascender al título de Perfumista Titulado de todas las Cortes de Europa, generando un auténtico mercado de lujo que abastecería desde Sissi a la Reina Victoria.




El perfume compuesto de limón, bergamota, lavanda, naranja, verbena y haba tonka entre otras esencias recibió el nombre de Eau de Cologne Impériale, la cual aun se continua comercializando en la actualidad, pero lo que realmente se ha convertido en todo un signo en nuestros días ha sido el bote que contenía el afamado perfume. El bote en cristal estaba adornado con 69 abejas doradas que se han convertido en la actualidad en símbolo de la marca, y que hacían referencia a las abejas imperiales del manto de Napoleón I, y por si no queda clara la alegoría al ilustre antepasado de Napoleón III, marido de la Emperatriz Eugenia, en la parte superior del botecito se reproduce la columna de Napoleón I que se encuentra en la Plaza Vendôme en París, además de representarse en el mismo las Fuentes de París como símbolo de frescura.

Todo ello realizado en la prestigiosa cristalería Pochet du Courval que inauguraba así la realización de su primer bote de perfume, con una acogida como vemos abrumadora, incluso la lazada que cerraba el bote con hilo de oro rematado por el sello Imperial se hacía por manos expertas.


Tras la autorización de la Emperatriz Guerlain pudo comercializar el perfume, ya que todo el mundo quería oler como Eugenia de Montijo. En la actualidad puede adquirirse incluso en frascos de 1 litro que con la reserva de un mes de antelación se labra artesanalmente con las abejas en dorado, y con la posibilidad incluso de grabar en el mismo tres iniciales personalizadas en oro, todo un capricho Imperial.



Bibliografía:


MORATÓ,C, Las Reinas malditas, Debolsillo,Barcelona,2015.

Webgrafía:

MARTEL, C., Fragancias con Historia I : L´Eau Impériale de Guerlain, 1853, http://www.embelezzia.com/arte-y-diseno/fragancias-con-historia-i-leau-imperiale-de-guerlain-1853 [consultado con fecha : 30/05/2015]

http://www.nstperfume.com/2010/05/26/guerlain-eau-de-cologne-imperiale-fragrance-review/ [consultado con fecha: 30/05/2015]

HERMIDA C. Julio, Biografía Médica de la Emperatriz Eugenia de Montijo, Conferencia en la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, el día 6 de Junio de 2012. Disponible on line : http://www.rampra.org/pag/pdf/conferencia060612.pdf

http://www.groupe-pochet.fr/le-groupe/ [consultado con fecha: 30/05/2015]








viernes, 3 de abril de 2015

Los grandes almacenes y su surgimiento : II

Cuando las tiendas alcanzaban cierto nivel de desarrollo los modos de extenderse eran dos : las tiendas podían empezar a vender una gama cada vez más amplia  de productos, mientras los servicios a los clientes también aumentaban, o bien los bienes y servicios podían mantenerse como estaban , mientras el número de clientes aumentaba a nivel nacional abriendo muchas más tiendas. La primera decisión convertía a las tiendas en grandes almacenes, la segunda  las seguía manteniendo como colectivos. Los colectivos estaban diseñados para servir a las clases trabajadores, y se abastecían de los productos básicos a los precios más bajos lo cual atraía a los clientes, debían estar en lugares apropiados y abrir muchas horas si fuera necesario para su clientela. Los grandes almacenes atraían a la clase media con suficiente dinero y tiempo como para que el precio fuera menos importante que la amplia variedad de servicios y productos.

El desarrollo de los centros comerciales en la segunda mitad del siglo XIX no fue tan rápida como a veces se ha pensado. Había dos tipos de antiguos procesos de tipo minoristas que se desarrollaron y se unieron para crear lo que parecía un nuevo fenómeno. El primer proceso  fue la llegada de una nueva lencería para la clase media y tiendas de pañerías, más grandes en tamaño de lo que nunca se había ofrecido antes, y utilizando nuevos avances como placas de vidrio para las ventanas , luz de gas en el interior y exterior y más. El segundo fenómeno fue el aumento del poder adquisitivo de la clase trabajadora  y la creación del mercado "prêt a porter" que animó al desarrollo de la producción en masa.

La ropa ya hecha no estuvo disponible en ningún lugar antes de 1860, para las clases medias en general fue así pero hay algunas evidencias que hay que tener en cuenta : en 1790 The Times llevaba un anuncio de una tienda de  Muselinas y Algodones en the Strand que estaban vendiendo vestidos ya hechos. Se estima que solo los que ganaban 300 libras al año podían comprar regularmente el Times, por lo que este anuncio no era para las clases trabajadoras*. Otras menciones de la ropa "prêt a porter"  que estaban destinadas a las clases medias podían encontrarse ya en el siglo XVIIII, en los tempranos años de 1730 Mary y Ann Hogart, hermanas del pintor , tenían una tienda cuyo lema era “Levitas  de moda listas para llevar”. En 1750 en Bath, John Evill anunciaba que él vendía chalecos, calzones, vestidos, enaguas, corsés, capas y sombreros. Más de la mitad del libro A Visit to the Bazaar de 1818** estaba compuesto por anuncios del mercado del Soho , que mostraba a mujeres de mediana edad comprando bonitos vestidos cortados que pedían ser enviados inmediatamente porque iban a asistir a un baile por la tarde y querían llevarlo puesto.




Además de estas observaciones sobre la clase media; las clases trabajadoras y las clases medias bajas , especialmente las más prosperas, habían estado llevando vestidos hechos de varias formas durante años. Los sastres menos exclusivos así como las mercerías tenían una línea de “ventas más descuidadas”, mercancía barata y ropa para llevar. Las camisas de los hombres fueron las más tempranas : las prendas tenían tallas estándar ya que estaban cubiertas más o menos por chalecos y chaquetas, y que la talla ajustase era menos importante que para los abrigos. ***

El siguiente paso  en cuanto a la ropa ya hecha fue la producción de uniformes, estos eran llevados por soldados y marineros  y también los compraban casas de caridad , orfanatos, libreas para sirvientes , trabajadores de tren, carteros y otros trabajadores civiles de bajo grado, y también las llevaban en las casas de trabajo y las prisiones.

Las diversas pequeñas guerras tuvo el mercado de las fuerzas armadas boyante  durante el siglo XIX, pero el inicio de la guerra contra Francia hizo crecer bruscamente la necesidad de uniformes. Con esto , y con las clases trabajadoras comprando más ropa para llevar, se  hizo difícil para los sastres cualificados  hacer tanta ropa como para enfrentarse a los almacenes, trabajadores y pequeños comercios, quienes contrataban a destajistas baratos  para generar productos de baja calidad, así la creación de la producción en masa también se desarrollaría a partir de estos fenómenos en el siglo XIX. 

Desde el principio del siglo muchos de los trabajadores y clase media baja compraban su ropa (tanto nueva como de segunda mano),  en los mercados de retales baratos y en las ferias semanales o regulares , y esto creció a lo largo del siglo. Un gran número de reportes policiales de este periodo nos hablan del problema de la ropa robada, esto mostraba cómo de pujante estaba el mercado de la segunda mano , no había nada que hubiera sido robado que no fuera vendido más tarde, en los buenos tiempos los trabajadores compraban trajes nuevos o vestidos, cuando el trabajo desapareció empeñaban  o vendían sus pertenencias hasta que cesara la mala racha. La ropa no era solo cuestión de frivolidad , sino una protección contra los malos tiempos. La ropa de moda podía ser adquirida por un relativo desembolso que estaba al alcance de un sirviente u otro miembro de la clase trabajadora para pagar al contado.

En 1871 Daniel Kirwan , un periodista americano en Londres, visitó la Feria del Trapo , que se celebraba todos los domingos por la mañana en Petticoat Lane en el East End. Uno de los clientes le dijo que... :

“No tenía otros calzones que los que estaba llevando, y estaban tan usados que me daba vergüenza verme con ellos. Así que me dije a mi mismo , ¡iré a la Feria del Trapo y me desharé de este trapo mohoso y me haré con un bonito traje para llevar! Una vez me decidí  a hacer las cosas bien teniendo dinero en el bolsillo me dispuse a hacerlo. Me puse mi mejor camisa y calcetines. Di siete u ocho libras por un traje ligero y medio dólar por un bombín, y 18 peniques por un pañuelo azul cielo, también me compré una camisa planchada  y volví, me puse todo y aquí estoy”****


 A mediados del siglo XIX la ropa de los hombres se había convertido en algo estándar y lista para ser llevada, esto era algo que se notaba claramente. En la Gran Exhibicion, Charles Cattnach de Aberdeen que se llamaba a si mismo “inventor” mostró un aparato para medir la figura humana o transferir la medida a la ropa para que ajustaran las vestimentas- o como conocemos hoy en día una cinta de medida. Es uno de los muchos que se intentaron atribuir esta invención, que aparece que apareció por primera vez a principios de siglo y que se empezó a utilizar de forma más común en 1825. Una vez que esto fue accesible los tratados como el del Dr. Henry Wampen “El arte Matemático de cortar vestimentas de acuerdo a las diferentes formas del cuerpo del hombre” de 1834 empezaron a escribirse dando una guía sobre como crear ropa sin un cuerpo delante del sastre. 

 Para estandarizar las tallas aun era demasiado pronto, la ropa de los hombres comenzó su expansión : más allá del país se trasladaban los modelos, y los pantalones ajustados de piel y chaquetas dieron paso a los más anchos, como sucedió con los vestidos que empezaron a tener forma tubular y más amplia. La ropa de las mujeres fue más difícil de estandarizar : los cuerpos tendían a ajustarse estrechamente a la figura casi tanto que casi se podía vislumbrar lo que había debajo del mismo, en 1840 las tiendas empezaron a anunciar “vestidos cosidos”,  pero debían estar en parte acabados, para que el sastre o la modista ajustara las partes a la compradora con más rapidez. *****


(Continuará...)





*Aun así los periódicos se podían coger en los cafés  y podían ser leídos por el precio de una taza de café o alquilados por un penique la hora. Además había más de una docena de lectores por copia de periódico incluso cuando estos no estaban destinados a lugares públicos.

** * El libro A Visit to the Bazaar puede ser consultado on line de forma casi íntegra en esta dirección :  http://hockliffe.dmu.ac.uk/items/0250pages.html?page=002

** * Las camisas hechas  habían sido realizadas originalmente para los marineros y para trabajadores manuales, luego las clases trabajadoras empezaron a comprarlas. 

****  El propio Kirwan escribió sobre una visita a la Feria del Trapo: “cientos de pares de pantalones- pantalones que habían sido llevados por hombres jóvenes a la moda, pantalones sin una arruga o recién estrenados, pantalones tomados de las apestosas extremidades  de acalorados marinos, de los elegantes jóvenes de las tiendas, pantalones que habían sido llevados por criminales colgados en Newgate, por pacientes con fiebre en hospitales, chalecos que habían sido el orgullo de jóvenes corredores de negocios en la ciudad, chalecos lo suficientemente vistosos como par haber sido llevados por el Marqués de Hastings en el hipódromo , o por el Conde D´Orsay … miles de chaquetas algunas grasientas , algunas sin ensuciar , abrigos de caza, abrigos cortos y chaqués;  abrigos para el jockey y el perro de pelea, para el boxeador, chaquetas de pilotos, calzoncillos y medias…."

*****  Challinier en New Bond Streed tenía este tipo de productos a medio hacer : “Cuerpos de muselina… pueden ser terminados para llevarse en unas pocas horas” anunciaban. Veinte años más tarde los Almacenes Jay aun seguían intentando encontrar la manera de combinar la moda de los cuerpos ajustados con un cuerpo ajustable, pero el nacimiento de la ropa de la mujer lista para llevar quedó detrás de la de los hombres y niños durante algún tiempo más.


Bibliografía :

 FLANDERS, J. , Consuming passions. Leisure and pelasure in Victorian Britain, Harper Press, 2006, Londres.

 



domingo, 15 de marzo de 2015

Los grandes almacenes y su surgimiento: I

Los ultramarinos antes vendían de todo desde lujosos detalles hasta lo más básico, eran proveedores de delicatessens importadas desde el extranjero- té, café, azúcar, especias, frutos secos, productos lujosos italianos … Cuando todas estas mercancías fueron haciéndose más baratas y más accesibles a la gente la función y mercado de estas tiendas cambió.

 Durante algún tiempo algunos proveedores de comida por sus nombres indicaban altos niveles de especialización – los comestibles eran vendidos por gente como el vendedor de mantequilla, queso, huevos y bacon, también había vendedores de harina, mantequilleros, queseros y así. Pero a principios del siglo XIX esta rigidez empezó a relajarse y los ultramarinos también vendían mantequilla, bacon, jamón o arenques. Los que vendían aceite también podían vender queso  e incluso el mantequillero podía vender carne de cerdo.

 Esto no era nada raro : en 1846 la Circular de Ultramarinos y Listas de Precios , una publicación mercantil, apuntó mantequilla, queso, huevos, cerdo- todos productos que oficialmente los ultramarinos no vendían. Para la mayor parte de la gente la dieta básica a mediados del XIX consistía en pan o patatas, con un poco de mantequilla, queso o bacon, té con *azúcar y un poco de sal. El siglo XIX había mostrado a los proveedores los beneficios que podía generar vender grandes cantidades en pequeños comercios de estos productos. Los problemas del transporte y las consecuencias del desarrollo de los mayoristas  y los centros de distribución, y la concentración de la población en los centros urbanos dio pronto la idea de vender un pequeño rango de productos- comprados al por mayor - a precios bajos, a la vez práctico y muy rentable.

 En el  1790 , antes de las guerras francesas, el trigo costaba entre 48 guineas y 58 guineas, un cuarto en 1795 era 90 guineas, y en 1800 increíblemente 113 guineas – en una década se produjo el aumento del 135 por ciento. Hay una infinita sucesión de motines  por la comida , más de veinte entre 1756 y 1818, y una docena de estos en las últimas dos décadas. Hubo también intentos en este periodo de encontrar maneras más pacíficas de sobrellevar el aumento del precio. Una solución era crear un grupo social  que resultara algo familiar o club. Grupos de consumidores unidos en sociedades de harina o pan para obtener ganancias para comprar estos productos de primer necesidad a precios reducidos. 

 Muchas de estas sociedades no triunfaron, debido a la inversión de capital, pero una de las más prósperas fue la de la Compañía de Harina y Pan de Birmingham, empezó en 1796 con un capital de 6 000 libaras de sus miembros. En 1800 tenía 1 360 socios . Otros grupos siguieron este ejemplo, utilizando lo que se convirtió en métodos comunes: pedidos a gran escala o el pago al contado con descuentos al por mayor. En las primeras décadas del siglo XIX seguía habiendo otros grupos, de origen más idílico que tomaron como punto de partida algunos principios del reformista socialista Robert Owen. 

 En 1827 se crearon la Cooperativa de Brighton  Benevolent Associaton y la Cooperativa Mercantil para conseguir suscripciones semanales para educar a la gente en valores de cooperación, y para comprometer a un comercio minorista para acumular capital con sus beneficios y establecer una comunidad basada en los principios de la cooperación. William King, un doctor , fue el pionero, teniendo ya un puesto en el Instituto Mecánico de Brighton , también publicó The Cooperator, un periódico de buena tirada en el norte y en Midlands con una fuerte influencia del tardío movimiento cooperacionista.

 Un temprano Congreso Cooperativo se llevó a cabo en Manchester en 1831, para establecer la Unidad Cooperativa del Noroeste de Inglaterra, y para abastecer a almacenes mayoristas de varias sociedades en Liverpool. Esta temprana iniciativa sentó ejemplo y en 1850-1860 una nueva generación de trabajadores intentaron crear sociedades similares como en la ciudad de Rochdale en Yorkshire . Rochdale había tenido una próspera  industria de franela  durante siglos, pero con la llegada de los nuevos telares  la economía de la ciudad no fue tan estable. Las nuevas industrias de minería del carbón, molinos de algodón  y el desarrollo de la maquinaria  se sumó a las hambrunas de los años 40 del siglo XIX, y la confianza de las nuevas factorías en la contratación de extranjeros generó grandes penurias en el lugar.


  En 1844 el club de Rochdale Pioneers estaba formado por 30 miembros que tenían la intención de vender comida y vestido en poco tiempo a precios más asequibles, el grupo espero para trasladarse a un edificio en un barrio obrero , creando sus propias tiendas. La principal diferencia entre The Pioneers y otros clubs era que los beneficios se pagaban a cada socio a proporción de la cantidad de dinero que ellos habían gastado en la tienda por año : un dividendo por compras. La depresión de 1847 solo se trabajo en más miembros, en 1848 eran 140 y dos años más tarde 600.

 En 1850 otro grupo de hombres en Rochdale intento empezar una cooperativa en un molino de maíz, imitando a los Pioneros. Cuando ellos fracasaron por no obtener capital suficiente se unieron a los propios Pioneers que habían invertido algunos de sus beneficios en el molino creando la Sociedad del Molino de Maíz. En 1852  veintidós sociedades diferentes hicieron negocios con la Sociedad del Molino de Maíz, grupos recién creados, consumidores propietarios y grupos de pequeños consumidores. En 1851 había alrededor de 130 sociedades de trabajo con los principios que los Pioneros de Rochdale habían establecido , y muchos se dieron cuenta de que esa cooperación entre ellos era la clave del éxito. 

 En 1862 una conferencia en Oldham acordó unir la Cooperativa de la Agencia Mayoristas del Norte de Inglaterra y la Sociedad de Almacenes de Suministros, al año siguiente se registró formalmente como la Sociedad de Cooperativas y Mayoristas Industriales de aprovisionamiento del Norte de Inglaterra  (más tarde conocida afortunadamente por el nombre más corto de Cooperativa de Sociedad de Mayoristas , también conocida como CWS). Este fue el inicio del movimiento de cooperativa nacional: en 1862 en Liverpool, en 1882 en Leeds y durante la siguiente década en Birmingham, Blackburn, Bristol, Huddersfield, Longton, Norhtampton, Notthingham y Cardiff. 

 Además los almacenes de compras estaban repartidos a lo largo del país y también fuera de Inglaterra : seis fueron abiertos en Irlanda en ocho años, después uno en Nueva York seguido de en Europa en Rouen, Dénia, Copenhague , Aarhus, Odense, Esbjerg, Gothenburgo y Hamburgo y más allá en Montreal y Sydney. Y por si este imparable camino fuera insuficiente  la Cooperativa abierta tenía sus propias materias primas si era necesario : una quesería en Irlanda desde 1889, granjas de cerdos en Dinamarca desde 1900 y en Irlanda desde 1901; incluso propiedades de plantaciones de té en Ceylan en 1913.

 En 1860 la idea de la cooperativa mercantil había evolucionado mucho desde sus orígenes, y varios grupos de clase media estaban empezando sus propias versiones. La primera fue en 1864 cuando algunos secretarios de la Oficinas de Correos de Londres se unieron en un club para comprar un arcón de té  a precio mayorista. Después los beneficios los invirtieron en café y azúcar, y en 1865 la Asociación de Abastecimiento  de la Oficina de Correos se formalizó , antes de seis meses eran 700 miembros, y cambió su nombre a Asociación de Servicio Civil de Aprovisionamiento  cuya intención era proveer a los Oficiales del Servicio Civil y sus amigos a precios más bajos. En 1866 se convirtió en la Sociedad Cooperativa de Servicio Civil y en 1872 la Sociedad cooperativa de la Armada y la Marina abierta a los “oficiales y sus viudas, oficiales sin pensión, contramaestres, secretarios del servicio de clubs y cantineros”, y cualquier otro amigo que quisieran incluir. Se jactaban de ofrecer una nueva combinación : precios bajos, reducción del servicio  a cambio de venta al contado, precio fijo, algunas buenas mercancías y descuentos extra por compra en lote. 

  Pronto el servicio de correo se añadió a esta lista de servicios, junto con otra amplia variedad: vino, tabaco, ropa de bebé, libros, botas y zapatos, carbón, alfombras, paños, leche y mantequilla, carne, pianos e incluso instrumentos quirúrgicos. La Sociedad Cooperativa de Servicio Civil y la Marina y Armada estaba ahora muy lejos de las necesidades de la clase trabajadora del movimiento original, y estaban evolucionando a ser unos grandes almacenes . Los grupos conectados con el CWS permanecieron fieles a sus orígenes vendiendo solo verduras, carne fresca y en algunos lugares pañerías, sastrerías, zapatos y zuecos.

 A pesar de la estructura financiera que unía a estas cooperativas con otras de clase media , la variedad de productos en las tiendas de cooperativa estaban más cerca de parecer  lo que hoy en día son cadenas de tiendas que fueron apareciendo rápidamente en los centros de las ciudades a un mismo tiempo. Las cooperativas y almacenes eran similares en que ambos tenían como cliente a la clase trabajadora, y ambos ayudaban en su medida a lograr reducciones de precio, también ambos vendían una estrecha variedad de productos, alimentos de primera necesidad a precios fijos, aceptaban solo pago al contado , atraían a sus clientes marcando vistosamente las tiendas con su nombre, y proveían un escaso mínimo de servicios para mantener los costes bajos.   Eran diferentes de todos modos  en algo muy sencillo, las cooperativas estaban localizadas en grupos que compartían servicios, fijaban sus propios precios y compartían sus beneficios entre sus socios mediante el dividendo por las compras . Esto contrastaba con las necesidades de los almacenes que solo querían tener beneficios para sus propietarios.

 El crecimiento de los almacenes se produjo a finales del siglo XIX, pero los comienzos habían estado ahí antes. Mrs Williams de Manchester es el típico ejemplo, después de que Mrs. Williams se casara con un minero, antes había tenido una verdulería en Didsbuy un suburbio prospero en Manchester. En 1865 compró una tienda doble  allí, en 1888 abrió otra tienda en Cheadle, en 1891 otra más, en esta ocasión en West Didsbury, con menos de 30 años tenía cinco tiendas y todas prosperas en un suburbio de clase media. Más tarde fueron treinta. 

 Un patrón similar sino igual fue Thomas Lipton, nació en Glasgow en 1850, era el hijo de un obrero irlandés y su mujer, que habían emigrado durante las hambrunas. A los 18 años trabajó con sus padres en una pequeña tienda de alimentación, después se mudaron, y con algunos ahorros y las ganancias de un año abrieron una segunda tienda. En 1880 tenía 12 tiendas en Glasgow que generaban 200 000 libras. Su primera tienda en Inglaterra  se abrió al año siguiente , y en 1889 tenía 30 tiendas que generaban 1’5 millones de libras. Menos que una década más tarde cuando había 242 tiendas en Inglaterra con servicio de restaurantes y puntos de venta más allá del país.


 Las tiendas de Lipton tenían una limitada variedad de productos- bacon, jamón, mantequilla, huevos y queso- y estos se intentaban comprar lo más barato posible a los mayoristas, necesitaban que el gasto fuera mínimo y la cantidad de producto amplia ya que tenían una gran cantidad de tiendas que aprovisionar. A esto además se unía una muy buena combinación de reducción de precios  y promociones. Lipton se dio cuenta de que sus ofertas a precios reducidos de producción irlandesa funcionaban – el jamón costaba de 5 a 7 peniques por libra, mientras en cualquier otro lugar costaba de 7 a 10 peniques . En 1877 en  su famoso anuncio “Lipton por un billete de libra”  prometía ofrecer en cualquiera de sus establecimientos jamón, mantequilla y huevos como los que se daban en cualquier otro sitio al precio de una libra". 

 Esto fue financieramente posible, e incluso beneficioso, gracias a una rápida facturación , bajos márgenes de beneficio  y pequeños gastos. Aprovisionó de forma rentable a la clase baja : sus tiendas también estaban en las grandes calles o pequeñas calles  densamente ocupadas por clases trabajadoras. Vendía estrictamente una variedad limitada de productos en lote, para un gran número de clientes e incluso en grandes tiendas : en Pisley, un suburbio de Glasgow, tenía una tienda tan grande que estaba atendida por doce cajeros. Sus tiendas de Glasgow , tal como él decía, vendían diariamente una tonelada y media de mantequilla en terrón y 50 cajas de mantequilla en rollo, una tonelada de bacon, una tonelada y media de jamón y media tonelada de queso y 16 000 huevos.


(Continuará.... )



*El azúcar antes de bien entrado el siglo XIX era un objeto insoluble . El azúcar estaba originalmente procesada mediante la cocción de la caña de azúcar con agua de limón y sangre de buey , la sangre coagulada absorbía las impurezas (y con esto el color marrón del azúcar). El liquido restante era entonces filtrado, concentrado y metido en moldes, donde se solidificaba. Las barras resultantes se rompían entonces y se repurificaban antes de ser transformadas en barras cónicas y vendidas. Los ultramarinos rompían estas grandes barras con martillos , pero las pequeñas barras que compraban las amas de casa aun debían ser cortadas en pequeñas piezas con tenazas . El proceso industrial afortunadamente reemplazó la sangre de buey por la fuerza centrífuga.



Bibliografía:

FLANDERS, J. , Consuming passions. Leisure and pelasure in Victorian Britain, Harper Press, 2006, Londres.

sábado, 31 de enero de 2015

La habitación decimonónica.





¿Alguna vez os habéis preguntado al ver esas pelis de época cómo eran las habitaciones de verdad?, yo me lo pregunto muchas veces, seguramente debido a que paso la mayor parte de mi existencia recluida en mi habitación cuando no estudiando, leyendo o escuchando música. Esto es algo que para empezar no gustaría mucho a nuestros amigos victorianos, la verdad es que tenían una manía con respecto a esto de hacer diversas cosas en una misma habitación, y es que cada habitación era para una cosa, y el mezclarlo era cosa poco moral y poco civilizada, dicho esto si que hemos de decir que durante mucho tiempo las camas fueron compartidas, y no solo en las casas donde todos nos conocemos, no no, porque incluso en los hostales uno podía despertarse con un inquilino al lado ocupando su parte proporcional de cama.

Es muy curioso que aunque un matrimonio compartiera habitación, como se data  en un matrimonio de 1834, los Sambourne, una pareja que vivía en Kensington,  tenían vestidores separados, claro que cuando sus dos hijos, niño y niña, crecieron lo suficiente como para no verse apropiado que durmieran en la misma habitación, el vestidor del padre acabó por ser ocupado por la habitación de su primogénito.

Además de no mezclarse los vestidores también había cosas que los victorianos se resistían a mezclar y es lo personal con los negocios, y digo esto porque tenían una especial manía a que la tinta no llegara a su habitación, una famosa decoradora de interiores llamada Mrs. Haweis añade que :

"Un caballero deberá atenerse de utilizar las toallas para limpiarse la tinta de las manos, así sea la toalla del baño, así como de salpicar agua."

Hay que decir que esta mujer llevaba la manía de "cada cosa para lo suyo" a extremos tales como para no permitir que ni siquiera sus invitados se pudieran leer en la cama (¡qué desfachatez, cómo si no tuviera biblioteca para esos menesteres!, la cama es para dormir.) , y por supuesto no permitía ni plumas, ni tinta.

Los muebles en sí en las habitaciones eran muy muy variados, y todo dependía  ya no solo del gusto, sino de las capacidades económicas de los habitantes de la casa, podía ir desde elaboradas habitaciones con baño, a camas baratas. De todos modos los muebles solían ser menos lujosos que los que se encontraban en las salas inferiores, que debían mostrar como recepción a los visitantes el poderío económico de los habitantes de la misma, según las memorias de una tal Mrs. Panton sobre su juventud en torno a 1850, describe que la alfombra de su habitación era "una especie de monstruosidad con hojas verdes extendidas y manchas rojizas" que fue desterrada del cuarto de dibujo a las habitaciones superiores, hasta llegar a los cuartos.

Hubo que esperar hasta mediados de siglo para que las habitaciones empezaran a ser amuebladas con un lujo casi semejante al de las salas de recepción , esto significa el uso de bonitas y costosas alfombras, muebles de caoba, pequeñas estanterías para libros, sillas, armarios etc... las camas si era posible seguían manteniendo sus cuatro postes con cortinas, y el lavamanos se solía realizar en madera de abedul que disimulaba mejor las manchas de agua. Tal como era de esperar la variedad de muebles también se traducía en los precios que podían hacer variar el coste de un armario de 8 a 80 guineas, las cajas y todo tipo de aparadores eran utilizados para almacenar la ropa , ya que hasta el 1900 no se utilizaron los colgadores que eran denominados como "hombros", así que la ropa solía colgarse de clavijas o plegarse, debido a los voluminosos textiles la batalla sobre cómo encontrar espacio para los mismos era constante, y se solía recurrir a taburetes huecos u otomanas e incluso famosos consejeros sobre decoración como Robert Edis  recomendaba que los pasillos se llenaran de armarios con baldas para plegar los abrigos.

Como también habréis visto en las pelis, nuestros antepasados recientes se levantaban y se aseaban dentro de la habitación, pues bien el lavamanos y los componentes de aseo también eran  muy diversos, estos solían ser un mueble con railes a los lados para dejar toallas, y su parte trasera cubierta de azulejos para evitar que las posibles salpicaduras de agua de los que no eran tan caballeros como Mrs. Panton quería, echaran a perder la madera. También había una palangana, un aguamanil, un platito para sostener la esponja, otro para el cepillo de las uñas, otro para sostener el cepillo de dientes , una botella de agua y un vaso. También había una pequeña bañera llamada "bañera de cintura o media bañera" , así como grandes latas de baño de cobre o de bronce para subir el agua caliente para el baño desde la cocina.

Era muy habitual también el utilizar todo tipo de ornamentos pequeños, de hecho la mesita para la toilette de Marion Sambourne, la mujer del matrimonio que anteriormente señalábamos, estaba compuesta por objetos como cinco pequeños joyeros, un set de cepillo y peine, una cajita para las tarjetas, seis pequeños tapetes, tres joyeros para anillos, un alfiletero y un guarda pañuelos de terciopelo. Es muy curioso que las mesillas de noche no se utilizaran ni fueran comunes, de hecho lo sabemos porque cuando había una enfermedad si que se pedía a las enfermeras que subieran de propio una mesita para dejar los medicamentos, Mrs. Panton, una mujer que se afanaba por dar consejos sobre fina decoración, llegó a la conclusión de que era necesario un kit de cama para las mesitas de noche compuesto por un abanico japonés, pañuelos y una cubierta de seda, poco a poco estas mesitas fueron significando el confort de poder tener a mano un libro para leer durante los desvelos nocturnos.

Todo el tema del amueblamiento de un lugar como el dormitorio además se condicionaba por los
aspectos de la higiene y la salud que empezaban a ser cada vez más importantes, cuanto más se sabía sobre la transmisión de enfermedades los decoradores de interiores más empezaron a reducir el mobiliario a la mínima expresión, una idea que ha calado hondo en nuestro pensamiento actual. Fue por entonces cuando se empezó a tener cierto reparo a lo salubre que podían ser las camas con dosel , en el libro Cassell´s Household Guide de 1869 se insiste en que las cortinas debían estar descorridas para que el durmiente no encontrara dificultades de respiración durante el sueño , poco a poco los pesados cortinajes se sustituyeron por textiles más ligeros, sin embargo, y como podemos imaginar, no todos se acostumbraron a esta idea, de hecho Mrs. Panton aconsejaba que en caso se sentirse uno incómodo con estas "camas desnudas" lo mejor para no alterar la conciencia del que la utilizaba era disponerlas en una alcoba acortinada.

En pro de la salud las moquetas se convirtieron en unas más móviles que permitían sacudirse regularmente, así como sucedió con las alfombras, facilitando así que cada semana se lavara el suelo. En la segunda mitad de siglo la higiene se convirtió en el tema preponderante a la hora de amueblar una estancia, la higiene en el periodo se relacionaba con tres aspectos básicos : la exterminación de bichejos en general , incluyendo insectos y roedores, la protección de la suciedad de diversa procedencia y la propia iluminación de las habitaciones. La iluminación por gas no se recomendaba en las habitaciones, si el gas fuera utilizado los sirvientes deberían iluminar las habitaciones antes de que sus ocupantes se encontraran en ellas, por lo que a la hora de dormir la mayor parte del oxígeno de la habitación habría sido consumido , además de esto el hecho de encender la chimenea tampoco ayudaba mucho a la ventilación teniendo en cuenta que esto sucedía en invierno cuando las ventanas debían permanecer cerradas. Por lo cual la iluminación se basaba en velas que se llevaban a la habitación, o en el mejor de los casos un par de candelabros sobre una mesa, teniendo por supuesto las cerillas a mano, en un lugar conocido de sobra para encontrarlas con rapidez en caso de necesitarse, disponiéndose frecuentemente en cajas en el propio cabecero de la cama.

El tema de la iluminación además contaba con un extra de dificultad añadido, debido a que como ya habíamos señalado la cama en sí debía estar en una posición cuidada para asegurar la privacidad, por eso no se colocaba frente a la puerta de la habitación, ni tampoco era aconsejable ponerla cerca de la corriente de una ventana, puerta o cercana al fuego, ni tampoco en un lugar donde haya exceso de iluminación algo que sería poco beneficioso para alguien que cayera en alguna ocasión enfermo. Pese a todas estas recomendaciones, al parecer, debido a la escasez de espacio y las plantas que eran comunes en el periodo, casi nunca se llegaba a una solución que cumpliera todas estas características.

Para la protección de la suciedad había aun más dificultades, el polvo no estaba compuesto únicamente de partículas voladoras, sino que además, según los libros de la época, el polvo que se colaba en casa estaba compuesto del barro seco de las calles londinenses, partículas de piedra o madera del pavimento, además de otras de animales muertos y vegetales, restos de basura, de gatos muertos ... ahí es nada.  Para solucionar la presencia de esta indeseable suciedad, a la cual se añadía la omnipresente presencia de los residuos del carbón de las chimeneas, se recurría a tapar todo lo posible con cubiertas que se lavaban frecuentemente, aunque por supuesto el hecho de adornar cada vez más estas cubiertas hizo que se hiciera muy costoso el limpiarlas , como en el caso de nuestra conocida Mrs. Panton que decidía adornar su casa con cubiertas de terciopelo con ribetes bordados que no dejaban otra opción que utilizar benceno  o limpiadores más especializados. La contaminación existente hacía que el hecho de viajar hiciera peligrar aun más la salubridad en casa, hecho comprobado cuando al cepillarse el pelo los cepillos ennegrecían, imagínate todo ese polvo depositándose nada más entrar a casa en los armarios, las alfombras etc...

Los insectos y todo tipo de animales eran otra fuente de preocupación , las cocinas y las camas eran su lugar favorito para esconderse, además hacer la cama era más complicado de lo que pueda parecer, los colchones eran de fibra orgánica, los de pelo de caballo eran los mejores, los de pelo de vaca eran más baratos  aunque aun lo eran más los de lana. Los colchones de paja se colocaban bajo los colchones de pelo para protegerlos del somier de hierro, los colchones con resortes no estuvieron disponibles hasta la segunda mitad de siglo, pero eran muy caros, y seguían necesitando colchones de pelo sobre ellos, se recomendaba además un paño de tela marrón entre ambos para que los resortes no dañaran el colchón de pelo. Los colchones de pelo mismamente necesitaban ser cubiertos con otra cubierta de tela para protegerlos de la suciedad, si la cama no tenía resortes un colchón de plumas- los cuales eran muy lujosos y difíciles de mantener- se añadía en la parte superior de todos los colchones.

Después de todo esto, lo cual era lo básico en una cama y debía ser dado la vuelta y sacudido TODOS los días para que la fibra natural no se apelmazase, se añadían además más cosas durante el invierno , en las habitaciones que carecían de chimenea  se utilizaba una sábana bajera, una superior, mantas (tres o cuatro por cama en invierno), un cabezal para las almohadas y cubiertas para las mismas. Visto lo visto no puede sorprendernos la presencia de chinches en las camas, según los consejos de Mrs. Haweis las sábanas debían lavarse cada mes mientras que las mantas se lavarían solo en verano  en el caso de tratarse de una cama individual, si se trataba de una cama compartida  las sábanas se lavarían cada quince días. Hemos de tener en cuenta que no todas las sábanas de cambiaban a la vez, las bajeras se quitaban, así como las cubiertas de las almohadas, y las sábanas superiores pasaban entonces a ser las sábanas bajeras durante los siguientes quince días. En resumidas cuentas se tenía constancia de que era prácticamente imposible tener la cama totalmente limpia , Mrs. Haweis se dio cuenta de que las cubiertas de las almohadas debían ser cambiadas con más asiduidad que las sábanas , sobre todo en el caso de los sirvientes cuyos cabellos solían estar mucho más polvorientos ensuciando sus almohadas antes.

La cuestión de la limpieza en cuanto a hacer las camas se tomaba mucho más en seria dos veces al año, durante las limpiezas otoño y primavera, era entonces cuando los colchones y las almohadas se sacaban fuera y se aireaban (y cada cierto tiempo se sacaba el relleno se retiraba lo deteriorado, se lavaba el resto y las plumas se removían  para quitarles el polvo). Este tipo de trabajo requería más espacio y tiempo que muchos otros y era la pesadilla de todas las mujeres de clase media que debían colaborar en el mismo.

A pesar de todo este cuidado era bastante frecuente la presencia de insectos, por alguna razón durante siglo XVIII estos aumentaron sustancialmente, quizás debido a la rápida urbanización. En 1880 Mrs. Haweis aseguraba que las pulgas no eran admisibles en las habitaciones dignas  aun cuando era muy fácil que alguna de estas saltara sobre ti en cualquier carruaje, ómnibus o tren, por ello era necesario mantener una continua vigilancia y la cama debía examinarse regularmente por ello. La conocida Beatrix Potter se quejaba en sus escritos sobre la cama que ocupó en un hotel durante sus vacaciones, donde tenía que dormir con su cama rodeada de insecticida.

En cualquier casa las mujeres debían comprobar la cama con regularidad, y el hecho de encontrarse un insecto suponía un auténtico horror para ellas , como la señora Carlyle decía sospechosa de unos de sus criados  :

"Ahí fuera hay un universo de bichos. He dejado de temerlos  en mi casa teniendo durante mucho tiempo una perfecta limpieza que me ha librado de todas estas abominaciones. Lo más útil es examinar las camas, para evitar cualquier tipo de controversia procedo a remover las mantas y almohadas no sin cierto sentido de la injuria, pero un día paré mis operaciones y vi algo del tamaño de la cabeza de un alfiler, y un sudor frío me recorrió al darme cuenta de que era un cría de bichejo. Y ... oh dios mío, ese pequeño debía tener padres, y abuelos y abuelas, quizás..."

Después de este descubrimiento hicieron llamar al sirviente que tuvo que desmantelar su cama. El procedimiento habitual en este caso era coger la cama y toda su ropa  y meterla en una habitación vacía o fuera , y lavar el marco de la cama con cloruro de cal  y agua , y espolvorear insecticida (Keating´s powder) por todas partes , luego esperar y repetir diariamente tanto como fuera necesario. Si la infección estaba fuera de control , la cama y los colchones se dejaban en una habitación que era sellada para hermetizarla y luego se quemaba azufre para desinfectar la cama, e impidiendo que la infección se extendiera a suelos y paredes. Otra preocupación era que la colada enviada a las lavanderas pudiera volver infectada, sobre todo teniendo en cuenta las grandes infecciones de cólera o difteria.

Como vemos en la actualidad debido a los avances , quizás las nuevas medidas de higiene, y la mayor salubridad de nuestras ciudades el hecho de habitar de forma habitual tu cuarto, dormir en él o incluso hacer otras cosas en él ya sea leer, ver la tele, escuchar música... no es tan peligroso, ni genera tanta extrañeza, pero visto lo visto antes eso de "buenas noches y que no te piquen las chinches", tenía un terrible y muy muy real sentido.




Fuentes: FLANDERS, J., "The Victorian House: Domestic life from childbirth to deathbed", Harper Perennial, 2003, Londres.